Yoga y activismo

Cuando empezamos a plantearnos cómo llevar a cabo el Sierra Leone Yoga Project, las bases del mismo, las próximas fases y, sobre todo cómo conseguir financiación, surgió la duda de si el “nicho” del yoga era demasiado pequeño, acotado a personas que practican y que conocen la filosofía del mismo o si podría haber más gente que se interesara por el proyecto.

Incluso cuando empecé a dar clases de yoga en Sierra Leona en 2014, recuerdo haber tenido mis dudas y algunas conversaciones al respecto con amigas y amigos. El yoga puede parecer algo muy accesorio e incluso lujoso en un país en el que el sistema de salud es totalmente deficitario, hay altas tasas de desnutrición, la mortalidad infantil es de las más altas del mundo, el acceso a la educación también falla, las tasas de corrupción son elevadas, etc. Es decir, en algunos momentos surgió la duda de si un proyecto de yoga era “lo que el país necesitaba”, teniendo en cuenta que las necesidades más básicas no están cubiertas para la mayor parte de la población. 

La respuesta que encontré, tanto por parte de mis alumnas y alumnos como de T-Man (el primer profesor de yoga de Sierra Leona), es que el yoga les estaba haciendo sentir bien, que su rato de práctica les apartaba por un momento de la cabeza las preocupaciones cotidianas y les dejaba centrarse en encontrarse bien con su cuerpo y que esos eran motivos más que suficientes para seguir practicando.

Mi respuesta interna ante estas dudas siempre es mi creencia profunda en que los seres humanos estamos equipados para la alegría, que ésta debería ser un derecho universal y que el yoga puede ser un medio para hallarla. También en Sierra Leona.

Por otra parte, el otro día recordé una frase de un profesor de Ashtanga yoga muy inspirador para mí (David Swenson) que dice algo así: un yogui es aquella persona que deja el lugar donde está mejor que cuando llegó (A yogi is one who leaves the place a little nicer than when they arrived). Un yogui no es aquella persona que se pone la pierna detrás de la cabeza, un yogui es un activista. 

Un yogui quiere conocerse, cuidarse, hallar la paz y la libertad. Y compartirla. Por eso quizás tú me estés leyendo y nunca hayas hecho una sola asana (postura), ni te hayas sentado a meditar, pero eres feminista y cada día haces lo que está en tu mano para desmontar un sistema patriarcal injusto, o quizás reciclas, o no consumes carne ni lácteos, o compras ropa ecológica y de comercio justo, o te movilizas para mejorar tu barrio o ciudad. Entonces tú, de alguna manera, eres yogui. 

Por eso pienso que este proyecto puede despertar el interés de miles de personas que pensamos que cada acto cuenta: apoyando a los yoguis de Sierra Leona, apoyamos a activistas que quieren generar cambios a nivel local. El Sierra Leone Yoga Project es un proyecto de yoga, alegría, evolución, concienciación, espíritu crítico, justicia, feminismo. A través de este proyecto queremos apoyar personas jóvenes de Sierra Leona en su proceso de crecimiento personal y en su evolución como agentes de cambio, porque todas y todos podemos ser yoguis.  

Ana Cortés